El Gobierno nacional puso en marcha una maniobra financiera para intentar contener el precio del dólar en medio de la crisis cambiaria, pero la estrategia muestra señales de agotamiento. Mientras tanto, el respaldo prometido por Estados Unidos todavía no pasó del plano discursivo, y la Casa Blanca insiste en condicionar sus gestos a cambios en la política comercial argentina.
La administración de Donald Trump mantiene la idea de que el país debe dejar de beneficiar a China con granos y oleaginosas a bajo costo. Bajo esa línea, el secretario del Tesoro, Scott Bessent, volvió a marcar la agenda: pidió reinstalar retenciones y poner límites a las exportaciones que hoy resultan claves para el ingreso de divisas.
En este escenario, la reacción del sector agroexportador fue inmediata. El complejo cerealero decidió liquidar en un solo día —el miércoles por la tarde— los 7.000 millones de dólares habilitados sin retenciones, saturando la plaza cambiaria. Esa avalancha de oferta hizo retroceder el tipo de cambio, lo que le permitió al Tesoro comprar divisas con un menor esfuerzo fiscal y, al mismo tiempo, abrió la puerta para reponer los tributos que Washington venía reclamando.
El martes, la autoridad fiscal había intervenido comprando entre 80 y 100 millones de dólares a un promedio de $1.347. Sin embargo, al día siguiente dejó correr la cotización hacia abajo y el billete mayorista llegó a tocar los $1.330 antes de repuntar por la presión compradora de los ahorristas, que lo llevó a cerrar en $1.375,5. El viraje reflejó un intento deliberado de abaratar los dólares del mercado para recomponer reservas, aunque al costo de desatar mayor incertidumbre.
La ventana de liquidez extraordinaria generada por la baja de retenciones se cerró mucho antes de lo que preveían los analistas. Con el cupo agotado, lo que queda en el horizonte inmediato es el regreso de la presión dolarizadora, especialmente por los próximos vencimientos de deuda y en un contexto de tasas en pesos cada vez menos atractivas.
La pulseada no se limita al plano local. La tensión también se siente en Estados Unidos, donde los productores de soja acusan el golpe de la guerra comercial con China. Este mes, el gigante asiático adquirió diez barcos de soja argentina, mientras no concretó ninguna compra de origen norteamericano. La American Soybean Association advirtió en una carta a Trump que la situación de los agricultores es “alarmante” y que, sin su principal cliente, muchos no podrán sostenerse.
De este modo, el cruce entre la presión de Washington, las necesidades fiscales de Buenos Aires y la capacidad de reacción del sector agroexportador define un tablero frágil, en el que cada movimiento genera más dudas que certezas sobre el rumbo económico.
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