El informe del INDEC correspondiente al primer semestre de 2025 muestra una caída en los niveles de pobreza e indigencia en comparación con el año pasado. Sin embargo, más allá de la baja estadística, los datos exponen que el problema sigue afectando a millones de argentinos y que las desigualdades territoriales y sociales continúan marcando la vida cotidiana.
Según el relevamiento oficial, el 31,6% de las personas en el país vive bajo la línea de pobreza y el 6,9% no alcanza siquiera a cubrir la canasta básica alimentaria, lo que equivale a 9,45 millones de pobres, entre ellos 2,05 millones de indigentes. La reducción respecto del segundo semestre de 2024 —6,5 puntos menos en pobreza y 1,3 en indigencia— se explicó por el aumento de ingresos familiares, que en promedio superó a la suba de las canastas básicas.
El panorama, sin embargo, está lejos de ser uniforme. El Noreste argentino concentra los niveles más altos, con un 39% de pobreza y picos alarmantes en Gran Resistencia (48,1%) y Posadas (38,1%). Concordia, en Entre Ríos, se ubica como uno de los peores casos del país, con casi la mitad de su población en situación de pobreza (49,2%). En contraste, la Ciudad de Buenos Aires muestra el nivel más bajo (15,1%), aunque en el conurbano bonaerense el índice trepa al 35,3%, revelando la magnitud de la brecha metropolitana.
La Patagonia, con un 27% de pobreza, exhibe los números más favorables, aunque allí también persisten desigualdades entre ciudades. En Cuyo y el NOA, los porcentajes superan el 30%, con aglomerados urbanos que siguen mostrando niveles críticos.
El informe también expone la dimensión generacional del problema: el 45,4% de los niños menores de 14 años es pobre, mientras que en los mayores de 65 años la incidencia baja al 10,8%. A su vez, los hogares pobres perciben en promedio un 37% menos de lo necesario para cubrir la canasta básica total, lo que refleja la fragilidad de la mejora reciente.
Si bien algunas provincias lograron descensos muy pronunciados —Formosa pasó del 67,6% al 28,3% y Río Cuarto del 54,3% al 24,4%—, la magnitud de la baja despierta dudas sobre su sustentabilidad. Especialistas advierten que estos resultados pueden estar influenciados por factores coyunturales y que, en ausencia de políticas de fondo, la tendencia podría revertirse en poco tiempo.
De este modo, el informe del INDEC deja una doble lectura: una mejora estadística innegable, pero también un recordatorio de que la pobreza en la Argentina sigue siendo un problema estructural, cuya resolución excede los movimientos de corto plazo en los ingresos y demanda transformaciones más profundas.
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