A pocas semanas de las elecciones de medio término, la economía argentina enfrenta un cuadro marcado por la recesión, el deterioro del empleo y la caída del poder adquisitivo. La estrategia oficial de contener la inflación ha tenido como contrapartida una contracción de la producción, el consumo y los ingresos, con un impacto directo en las condiciones de vida de amplios sectores sociales.
La reciente corrección cambiaria profundizó la pérdida salarial: los sueldos en dólares se desplomaron y, aunque el traslado a precios fue más acotado de lo esperado, la principal razón fue la debilidad del consumo interno, que dificulta convalidar nuevas subas. Los indicadores laborales reflejan el retroceso: aumento de la desocupación, reducción de las horas trabajadas y mayor informalidad. En este contexto, casi un tercio de los trabajadores se encuentra por debajo de la línea de pobreza, lo que revela la magnitud de la crisis del mercado laboral.
El Presupuesto 2026 refuerza esta tendencia. El proyecto presentado por el Ejecutivo consolida la política de ajuste, al priorizar la reducción del gasto, garantizar el pago de la deuda y sostener un superávit financiero. La orientación implica menor inversión en áreas sociales y productivas, mayor presión tributaria sobre salarios y jubilaciones, y un proceso de desindustrialización acompañado de la pérdida de servicios estatales esenciales. Según Luis Campos, coordinador del Monitor de Indicadores Sociales del IEF-CTA, “la apuesta del gobierno es volver a ofrecer un futuro que justifique seguir padeciendo este presente, pero en el mejor de los casos solo podrá mostrar la estabilización de la situación actual”.
La actividad económica, que ya mostraba estancamiento en el primer semestre de 2025, enfrenta ahora pronósticos de caída para el tercer trimestre. Los cálculos privados corrigen a la baja la estimación de crecimiento anual, ubicándola en torno al 4%, en contraste con la previsión oficial del 5,4% incluida en el Presupuesto.
El programa económico impulsado por el gobierno libertario exhibe así sus límites. Tras más de un año de aplicación, los resultados muestran una economía con menor producción, empleo y consumo, y un mercado laboral en retroceso. El esfuerzo exigido a la población para estabilizar la macroeconomía terminó orientado principalmente a sostener la demanda de divisas del mercado financiero, en un escenario en el que el llamado carry trade empieza a mostrar señales de agotamiento.
El modelo, diseñado para priorizar la estabilidad nominal, parece haber alcanzado su punto de saturación sin ofrecer mejoras palpables en las condiciones de vida. En este contexto, la incógnita pasa por cuánto margen le queda a la gestión para sostener una estrategia que, lejos de revertir la crisis, profundiza la recesión.
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